Muestra fotográfica del artista turco Uğur Gallenkuş – serie “Mundos paralelos”.

Por: José Vinces Rodríguez

Cada 20 de febrero se conmemora el Día Mundial de la Justicia Social, algo que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) considera clave para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la agenda 2030.

Bajo el lema “superar barreras y desbloquear oportunidades para la justicia social”, esta organización mundial recomienda que este 2023 se trabaje una agenda común para reforzar la solidaridad mundial y restablecer la confianza en los gobiernos, reconociendo de esta manera que la justicia social se fundamenta en la igualdad de oportunidades, el desarrollo y en el respeto a los derechos humanos; siendo estos por ende determinantes para alcanzar la paz y la seguridad en nuestros países.

Todo lo contrario ocurre con la falta de justicia social, la cual genera desigualdades en la vida de los seres humanos, principalmente de los más vulnerables, entre ellos niños, niñas, adolescentes y jóvenes que no tienen acceso a derechos humanos fundamentales como la identidad, dignidad, educación, expresión y respeto, entre otros. Cuando estas necesidades son desatendidas o ignoradas existe inequidad y el principal responsable es el estado representado por sus
instituciones.

La Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada en 1989, menciona: “enseñar al niño el respeto de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales”; y la Declaración Mundial sobre la Educación para Todos, de 1990, indica que una de las maneras de satisfacer las necesidades fundamentales de aprendizaje consiste en hacer que cada persona sea capaz de “servir la causa de la justicia social”. Este pensamiento desarrolla y reafirma conceptos respecto a los derechos humanos de todas las personas desde su nacimiento, amparándose en los valores de la igualdad y la dignidad humana, por lo tanto los derechos de la infancia son derechos humanos inalienables, arraigados a la existencia humana y siendo indivisibles, interdependientes e interrelacionados y universales.

Lamentablemente pareciera que para nuestros gobiernos y autoridades, los niños, niñas y adolescentes no son prioridad, no son visibilizados dentro de las políticas públicas que propicien su desarrollo integral y donde el interés superior del niño consignado en nuestras constituciones políticas no sea solo un ¨saludo a la bandera¨. Cifras terribles nos muestran el sufrimiento que afronta la niñez en el mundo. Un ejemplo es el reciente estudio del Laboratorio de Investigación de la Universidad de Yale, el cual asegura que Rusia ha enviado al menos 6000 niños y niñas de Ucrania a campos de reeducación para someterlos a adopciones forzadas. Según UNICEF, más de 36,5 millones de niños y niñas fueron desplazados de sus hogares a finales del 2021 debido a los conflictos, la violencia y otras crisis. La cifra más alta registrada desde la Segunda Guerra Mundial, e incluye a 13,7 millones de niños y niñas refugiados y solicitantes de asilo. El ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, estima que los niños, niñas y adolescentes representan cerca del 40% de más de los 18 millones de personas impactadas por el desplazamiento forzado en las Américas.

Todo tipo de violencia y atrocidades como la trata, explotación, esclavitud infantil, castigo físico y la violencia intrafamiliar, se ha incrementado desde el periodo de la pandemia de Covid 19, afectando otros derechos relacionados a la supervivencia, desarrollo, protección, participación y protagonismo, ejes fundamentales de la convención sobre los derechos del niño. En un mundo diseñado por adultos y para adultos, ¡Estamos en deuda con ellos!

Jesús desarrolló su ministerio terrenal, estando vigente la institución del ¨páter familias¨, figura que le otorgaba el poder plenipotenciario al varón jefe de familia, quien tenía dominio absoluto sobre quienes integraban el núcleo familiar, pudiendo disponer de la vida de ellos si así lo quisiere, incluida la servidumbre. Los niños formaban parte de este sistema patriarcal, a tal extremo que no eran visibilizados. Sin embargo, el relato bíblico de Lucas, nos muestra cómo se iba gestando el crecimiento de Jesús, el cual se encaminaba a un desarrollo integral. ̈Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él ̈. (Lucas 2:40). ¨Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura y en gracia para con Dios y los hombres ̈. (Lucas 2:52).

En la Biblia vemos a un Jesús que confrontaba a sus propios discípulos con un mensaje inclusivo y reivindicativo a favor de la niñez, el cual pretendía acabar con la postergación histórica de los “más pequeñitos” en el contexto político de la época. Jesús permitía que los niños lleguen hasta él y se indignó cuando sus mismos discípulos no lo permitían. En ese contexto Jesús menciona: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía. (Marcos 10:13-16)”.

A criterio de algunos estudiosos bíblicos; entre ellos: José Antonio Pagola en su obra: Jesús, una aproximación histórica, ¨al igual que otros niños de Nazaret, Jesús vivió los siete u ocho años de su vida, bajo el cuidado de su madre y de las mujeres de su grupo familiar. En estas aldeas de Galilea, los niños eran los miembros más débiles y vulnerables. Los primeros en sufrir las consecuencias del hambre, la desnutrición y la enfermedad. La mortalidad infantil era muy grande. (Se estima que alcanzaba hasta el 30%. Ciertamente un 60% había muerto antes de los 16 años. Eran frecuentes en Galilea la malaria y la tuberculosis). Pocos llegaban a la edad juvenil sin haber perdido a sus padres o a su madre. A los 8 años, los varones eran introducidos sin apenas preparación al mundo autoritario de los hombres. Se les enseñaba a afirmar su masculinidad cultivando el valor, la agresión sexual y la sagacidad¨.

La historia sigue repitiéndose a pesar de contar con una serie de instrumentos y normas de protección internacional en favor de los niños y niñas, pues la indiferencia, postergación, violencia y desprotección siguen vigentes. Reconocemos el esfuerzo de varias organizaciones de la sociedad civil, entre ellas de comunidades de fe que trabajan por la defensa, protección y atención integral a la niñez, pero es necesario seguir levantando la voz, uniendo esfuerzos e incidiendo ante los estados para que las políticas de protección, atención y prioridad de la niñez sean una realidad en toda América Latina.

¨Cuando nuestros nietos se levanten alguna vez y nos pregunten donde estuvimos nosotros cuando los más vulnerables y los que no tienen voz de nuestra generación necesitaron líderes de compasión y de propósito, yo espero que nosotros podamos decir que allí estuvimos, que levantamos la voz en favor de ellos y que lo hicimos a tiempo¨. (Dietrich Bonhoeffer).

José Vinces Rodríguez; es peruano residente en el Ecuador. Trabaja con grupos vulnerables por más de 30 años. Está casado con Loida Carriel, con quien tiene tres hijos: María José, Josías Natanael y Emanuel Benjamín. Ha ejercido el ministerio pastoral en su país de origen. Es abogado y magister en Derechos Humanos, consultor, escritor y conferencista. En el 2009 llegó a Ecuador para abrir la oficina de Paz y Esperanza, donde se desempeña como su director ejecutivo, asimismo es el actual facilitador de la Fraternidad Internacional Paz y Esperanza. Y actual miembro del Consejo Directivo del Movimiento con la Niñez y Juventud.