“Bienvenidos todos los cuerpos” es un título que además de haberlo usado con
anterioridad en un ensayo sobre discapacidad, inspira el presente trabajo y da la
bienvenida a todos y todas en su integralidad, con sus cuerpos, sus circunstancias, su
espiritualidad, entendiendo que así es como Dios nos recibe. Celebramos esa diversidad.
Si bien somos seres integrales y sin duda la concepción es holística, en este trabajo nos
centramos en los cuerpos como vínculo físico con lo que nos rodea porque son ellos los
que han sido censurados, discriminados y excluidos. Nuestros cuerpos han sido y
continúan siendo escenario de muchas de nuestras luchas y reclamos, de nuestros dolores,
abusos, dominio, conquista y también del placer y la alegría.

Jesús tuvo un cuerpo como nosotros, igual en todo sentido. La encarnación de Jesús nos
habla de su cuerpo, pero también de una humanidad inmersa en nuestra misma realidad,
ese es el escenario que Dios eligió para revelarse. Así se vinculó con las personas, nos
permitió que lo viéramos y lo tocáramos, en su cuerpo sufrió el castigo físico y con ese
cuerpo marcado por la tortura se presentó resucitado a sus discípulos.
Dios elige la figura de un cuerpo con muchos miembros para que entendamos cómo
funciona la Iglesia. No es una idea abstracta, es un cuerpo que se vincula y se da a conocer.
Somos las manos y la cara de un Dios misericordioso que dignificó de tal manera nuestros
cuerpos que llegó a decir que lo presentemos como sacrificio vivo, santo y agradable,
porque esa es nuestra forma racional de adorarlo.
En el presente trabajo nos enfocaremos en los cuerpos que por diferentes, muchas veces
son disimulados, ocultados o excluidos, cuerpos en situación de discapacidad.

Cuando hablamos de discapacidad estamos hablando de la dificultad o imposibilidad de
una persona para hacer alguna cosa, sea leer, escribir, desplazarse. En este sentido en el
año 2005 Javier Romañech acuña el término “Diversidad funcional” sacando el foco de
lo que no se puede y poniéndolo en la capacidad de las personas, que con distintos grados
de funcionalidad y los apoyos necesarios, logran casi todo. Este concepto nos permite
entender que las limitaciones a la función tienen más que ver con las barreras que creamos
que con la condición de la persona.
Cosntanza Orbaiz en su charla TED dice, “Discapacidad, poder distinto” .

Con respecto a la construcción de la identidad el sociólogo Erving Goffman aporta lo
siguiente, “Construimos una teoría del estigma, una ideología para explicar su
inferioridad y dar cuenta del peligro que representa esa persona, racionalizando una
animosidad que se basa en otras diferencias”1.

Lo más sorprendente de todo esto es que, como explica Goffman, el individuo
estigmatizado tiende a sostener y a creer que este estigma le corresponde, lo que es
fundamental en la construcción de su identidad.

Situación de las mujeres con discapacidad frente a la violencia

Se estima que casi el 12% de la población de América Latina y el Caribe vive con al
menos una discapacidad, lo que representa alrededor de 66 millones de personas. Casi el
60% de la totalidad de casos a nivel mundial, corresponde a mujeres. La confluencia de
los factores “Mujer y Discapacidad” dispara el riesgo de sufrir violencia, no se trata
únicamente de violencia de género sino una categoría intersectorial que las une pues
ambos factores (género y discapacidad) se traducen en una doble discriminación que, a
veces, se convierte en múltiple cuando actúan otras variables que aumentan la
vulnerabilidad de este colectivo.

1Erving Goffman “Estigma. La identidad deteriorada”

Hablar de mujeres y diversidad funcional es hablar de violencia

Existe mayor frecuencia de violencia contra la población con discapacidad frente a las sin
discapacidad (2 a 5 veces más). En el caso de mujeres con discapacidad, el 67% de ellas
padecieron abusos, frente al 34% de las que no presentan discapacidad.

Un estudio realizado en España aporta los siguientes datos; “un 32,9% de las encuestadas
afirma haber sufrido violencia física a lo largo de su vida”, “un 22,9%, violencia
sexual”; y “un 58%, violencia emocional, fuera del ámbito de la pareja”. Si nos
centramos en la violencia dentro de las relaciones de pareja, las cifras son todavía más
cruentas. “El 44,7% asegura haber sufrido violencia física; un 53,2%, violencia sexual;
y un 87,2% sufre abuso emocional”. 2

Las mujeres con discapacidad están más tiempo internadas que los hombres en la misma
situación, existe exposición de sus cuerpos sin consentimiento, así como de su intimidad.
Se dan casos de esterilización sin un consentimiento informado. Se da con frecuencia la
pérdida de su autonomía y de la capacidad de decisión, despersonalización,
pauperización, disminución de las experiencias de vida, fomento de la docilidad y
sumisión, y rutinas alienantes.

Otra área donde podemos ver con claridad la situación de la mujer con discapacidad es
en el empleo. El acceso al mundo laboral lo hacen a través de trabajos mal remunerados
y muchas veces en situaciones de explotación, con tasas de empleo inferiores a las de los
hombres con discapacidad. La formación presenta niveles muy bajos lo que disminuye
sus posibilidades de empleabilidad. Es evidente que la calidad de vida de las mujeres con
discapacidad está directamente relacionada con su independencia económica, por ello el
acceso a un trabajo de calidad juega un rol fundamental y ello responde a un adecuado
acceso a la formación.

A menor grado de funcionalidad, mayor vulnerabilidad

Existe multiplicidad de factores que aumentan la vulnerabilidad de las mujeres con
discapacidad; entre ellas las dificultades para comunicarse o desplazarse, dificultad para
acceder a recursos públicos y a servicios de trasportes adecuados, ausencia de identidad,
baja autoestima y percepción de falta de poder, aislamiento social (lo que se incrementa
en el medio rural), mala o nula conectividad. Falta de educación sexual o de mala
calidad 3, alto grado de dependencia de otros, miedo. Poca credibilidad, que se da
mayormente en niños, niñas, mujeres y enfermos psiquiátricos. Familias desestructuradas
e institucionalización prolongada.

Lic. Adriana D’Agata

2 Extraído la la página web de Observatorioviolencia.org
3 La falta de educación sexual hace a las mujeres con discapacidad especialmente vulnerables.

Muchas veces no saben identificar el abuso. Si a ello agregamos dificultades para expresarse o

falta de credibilidad la vulnerabilidad es aún mayor.

Adriana D’Agata nació en Montevideo, es Licenciada
en Fisioterapia, trabajó muchos años en el Hospital
Evangélico y en Juventud Para Cristo en Uruguay.
Ha cursado estudios en Teología y tiene formación e
pastoral hacia las personas con discapacidad y cuidados.
Es miembro de la RELACID (Red Latinoamericana de
Cooperación Interreligiosa en Discapacidad) y miembro
de la IAPTR (Iniciativa de las Américas para la
Transformación y Reconciliación) y representante del
capítulo Uruguay del MNJ.

Es diplomada en:
Formación de Capacitadores en la metodología “Jugando
nos fortalecemos para enfrentar situaciones difíciles”
CLAVES.
“Violencia basada en genero y generaciones” Universidad
CLAEH
Está casada con Omar y tiene una hija, Amiel y un hijo
político Jonathan.