Cada 13 de enero se conmemora el Día Mundial de Lucha contra la depresión. Según la OMS la depresión afecta a más de 300 millones de personas y es la principal causa de enfermedad y discapacidad en niños y adolescentes entre 10 y 19 años. Existe mucho desconocimiento acerca de la depresión, y el desconocimiento es mayor respecto a la depresión en la infancia y adolescencia, motivo por el cual los padres no buscan ayuda oportuna, y en muchos países de nuestra región no se cuenta con suficientes servicios de salud mental que puedan dar una atención oportuna y adecuada a sus necesidades.

En los últimos años las cifras de la depresión siguen en un preocupante aumento, y si tomamos en cuenta el contexto actual de pandemia, es de esperarse que los porcentajes aumenten significativamente.

Hacer relevante el tema de la depresión requiere que tengamos un mejor conocimiento respecto a que nos enfrentamos. La depresión es principalmente un trastorno del estado de ánimo, es decir tenemos problemas para regular nuestras emociones. Todos experimentamos tristeza, pena, desanimo o frustración; pero cuando estos sentimientos se hacen intensos o no desaparecen y se acompañan de otros síntomas que provocan malestar o dificultades para desarrollar nuestra vida cotidiana, además interfieren con nuestra capacidad de pensar, aprender y desarrollarnos social y académicamente, entonces estamos ante la depresión. La depresión puede llegar a hacerse crónica o recurrente y en su forma más grave, puede conducir al suicidio.

Antes se pensaba que la depresión era sólo un problema de adultos, porque se creía que los niños no tenían la capacidad de sentir las emociones como ellos, y por esa misma razón, no podían llegar a tener un grado de severidad como para llegar a deprimirse. La verdad es que lo niños si se deprimen como los adultos, pero la forma en como esta se manifiesta es muy diferente.

¿Cómo podemos identificar la depresión en niños y adolescentes?

En niños de 2 a 5 años, se puede identificar cambios en la conducta, la irritabilidad, aumento de berrinches y pataletas, incluso podrían empezar a orinarse en la cama en las noches. Puede presentarse la disminución de las ganas de hacer lo que les gustaba hacer, como dejar de lado su juguete favorito o si tienen mucha ansiedad al separarse de los padres.

En la edad escolar, entre los 5 y 12 años, se hace evidente la irritabilidad, el bajo rendimiento académico a pesar de que ellos quieren concentrarse, también es frecuente que se presenten síntomas físicos como dolor de cabeza, dolencias gástricas y dolores corporales. Cuando están molestos o se frustran pueden llegar a pensar y verbalizar situaciones mortales.

En la adolescencia, los síntomas son más parecidos a los de la edad adulta. Comienzan a evidenciar un gran sentimiento de tristeza, ya no desean comunicarse con el resto y se aíslan. Presentan también dificultad en el sueño, demoran en quedarse dormidos y se despiertan en la madrugada. Algunos llegan al consumo de drogas y comienzan a pensar en la idea de morir y en las alternativas para que esto suceda.

¿Cuáles son las causas de la depresión en niños y adolescentes? A diferencia de los problemas de salud física, en los problemas de salud mental no existe una sola causa, pero si diversas situaciones que aumentan la posibilidad de que esta se presente desde factores hereditarios, biológicos, eventos estresantes y condiciones de vida inadecuadas. Entre ellas podemos considerar:

  • Pautas de crianza que niegan o ignoran la necesidades emocionales de los niños y adolescentes.
  • Situaciones estresantes del entorno familiar, escolar, de la comunidad, como por ejemplo las condiciones de aislamiento y distanciamiento social frente a la pandemia.
  • El haber sufrido traumas físicos o psicológicos: acoso, abusos, negligencia en el cuidado.
  • Problemas crónicos de salud o enfermedades físicas graves.
  • Depresión en los padres.
  • Experiencias de pérdidas o estrés, incluyendo fallecimiento de seres queridos, cambios en el estilo de vida o problemas en las relaciones interpersonales.

Tomando en cuenta todo lo anterior ¿Cómo podemos prevenir la depresión, en particular en la niñez y en la adolescencia? Lo primero que tenemos que considerar es que la depresión en la niñez y adolescencia se puede prevenir, y prevenir la depresión en los primeras periodos de la vida disminuye la probabilidad de que esta se presente en la vida adulta.

Salmos 8:2 dice: “De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza…” La Biblia nos muestra que nuestra fortaleza se encuentra en nuestra niñez, aunque muchos no lo veamos así. Diversas investigaciones respecto a la primera infancia concluyen que las experiencias tempranas crean lo que ellos llaman memorias biológicas y que estás moldean nuestro desarrollo para bien o para mal y, además, el estrés tóxico causado por experiencias negativas en el desarrollo del niño, desde su primera infancia, produce alteraciones biológicas que afectan la capacidad del cuerpo para responder al estrés y que podrían llegar a afectar también nuestra salud cardiovascular e inmunológica a lo largo de nuestra vida.

En consecuencia, trabajar en la prevención de la depresión en la niñez, y de la salud mental en general, requiere reconocer que los niños tienen necesidades emocionales básicas como seguridad básica al nacer y en su crecimiento, autonomía y gradual independencia, expresión de sus necesidades y deseos en su relación con los demás, ser espontáneo y jugar, así como límites realistas. Si estas necesidades se satisfacen, los niños crecen y se fortalecen psicológicamente, pero si hay dificultades para satisfacer estas necesidades, es más probable que se presentan problemas en su desarrollo psicológico, entre ellas la depresión. Todos hemos tenido problemas en nuestra niñez, en mayor o menor grado, así que hay que aceptar que en el desarrollo de los niños se van a presentar problemas y que esta no está exenta de dificultades, pero lo que todos podemos hacer, como afirmaba el Doctor W. Winnicot, es que esta sea “suficientemente buena”. Fortalecer a los niños frente a la depresión y otros problemas de salud mental requiere entonces entender y atender las necesidades las necesidades emocionales de los niños. Fortaleciéndolos a ellos nos fortalecemos a nosotros mismos como adultos, porque como dice la Biblia, en ellos fundo la fortaleza y de ellos es el Reino de los Cielos.

Felipe Diaz Arroyo es psicólogo Clínico Psicoterapeuta. Casado y con dos hijos. Miembro de la Iglesia Alianza Cristiana y Misionera de Miraflores, Lima-Perú. Con más de 30 años de experiencia en la atención psicológica de niños, adolescentes, adultos y parejas. Durante varios años colaboró con el Movimiento con la Niñez y la Juventud para Latinoamérica y el en Perú. Actualmente se dedica a la práctica privada de la psicoterapia y como consultor en temas de niñez, familia y salud mental. Es Presidente del Consejo Directivo de la Asociación ÁGAPE, Organización miembro del Movimiento con la Niñez en Perú.

Correo: sicoterapiaydesarrollopersonal@gmail.com