La Iglesia debe apropiarse del proyecto de Dios para la Niñez. La Iglesia ha sido partícipe de haber hecho invisibles a los niños y las niñas en la vida cotidiana. Debemos partir de esta confesión para iniciar con fe y dedicación una nueva etapa de arrepentimiento y de corrección de esta realidad. La niñez es la fase donde la persona humana es más vulnerable ante las dificultades de su entorno, y esto ha producido, y le produce, una crítica y lamentable situación en todos nuestros países por lo hostil de su entorno.
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