Sí. Igual que todas las personas, las niñas también han sido creadas a imagen y semejanza de Dios, y tienen la misma dignidad y valor que cualquier otro ser humano. Esta es la mirada que determina su identidad y su existencia única en el mundo.
En las últimas décadas, una lectura contextual de la Biblia ha permitido recuperar los rostros y las voces de los diferentes sujetos que intervienen en la historia de la salvación o en la acción salvadora de Dios en la historia, tal es el caso de las mujeres, los pueblos originarios y étnicos, los campesinos e incluso los hombres en sus nuevos roles desde el proyecto liberador de Jesús. Es necesario, por tanto, recuperar los rostros y las voces de las niñas en la Biblia, invisibilizadas por los discursos y prácticas androcéntricas y adultocéntricas. Tiene que ser así, porque las niñas también son “hechura Suya”, imagen de Dios.
De la lectura de los Evangelios resulta claro que la situación de marginación, exclusión e invisibilidad de las niñas (por ser mujeres y además menores de edad) en tiempos del Antiguo Testamento cambia radicalmente con las palabras y las acciones liberadoras de Jesús en favor de ellas. Jesús, a diferencia de los rabinos de su tiempo, se acerca a ellas, conversa en público con ellas, las ve con ternura, les llama hijas de Abraham y las recibe y considera como discípulas. Jesús rompe así con los patrones sociales, culturales y religiosos de exclusión hacia las niñas (y las mujeres en general), y las dignifica, protege e incluye en su predicación del Reino de Dios, como en la comunidad alternativa que fue estableciendo, según vemos en el milagro que hace cuando da vida a una niña muerta (Marcos 5:21-24, 35-42; cf. Mateo 8:28-34; Lucas 8:26-39).
En la actualidad, contrariamente al propósito Divino, las niñas todavía luchan por ser incluidas en muchas sociedades para que se reconozcan sus derechos y sean cuidadas, respetadas y valoradas como prójimo a quién se ama y trata como a uno mismo. Las múltiples formas de violencia ejercidas contra ellas evidencian que todavía no se las ve, valora y trata como iguales.
Con cada niño, con cada niña, con todos los niños, tenemos la oportunidad de crear una sociedad más justa, segura, reconciliada y en paz. Una niña criada con amor y con ternura, que accede al igual que los niños a todos sus derechos de salud, educación, recreación, protección, etc., crecerá con más confianza en sí misma y tendrá más probabilidades de alcanzar todo su potencial en el ámbito personal, profesional, familiar y social. Ella será una agente de cambio que puede coadyuvar a romper el círculo de pobreza e injusticia, y crear un mundo mejor para ellas y para todos.
Hoy, en el Día de la Niña, como cristianos, no podemos quedarnos callados, ni de brazos cruzados ante la discriminación por razón étnica, nacionalidad, condición económica o frente a las diversas formas de violencia, estigmatización e invisibilización de la niñez; no podemos ser espectadores de una realidad que quebranta el corazón de Dios.
Solo por mencionar un tema, no es posible que Perú, 56 niñas sufran violencia sexual cada día, situación que en muchos casos conlleva a embarazos precoces, poniendo en riesgo su vida y generando traumas que amenazan su desarrollo integral para alcanzar su proyecto de vida y su contribución a la sociedad. Como cristianos tenemos que decirle NO a todo aquello que vulnera su valor y dignidad.
En el Perú tenemos cerca de 5 millones de niñas y adolescentes que representan un potencial enorme de desarrollo para el país. Invertir en ellas es una decisión estratégica por el impacto transcendente que traen consigo en esta y la siguiente generación de ciudadanos. En el momento, como niñas preparándose y participando en la construcción de una sociedad distinta, y mañana como líderes que la sustentarán generando mejores condiciones de vida para todos.
Asegurar que las niñas son criadas y educadas sin discriminación, en igualdad de condiciones, con oportunidades para una educación superior, que vivan libres de violencia, incluida la violencia sexual, promete una vida digna, saludable y productiva. Está comprobado que una mujer libre de violencia tiene mayor motivación laboral, menor ausentismo laboral, mayor permanencia en un trabajo, mejor desempeño, y una mejor salud mental que le permite promover entornos de convivencia justa, equitativa, pacífica y armoniosa.
Como cristianos estamos llamados a trabajar por una sociedad distinta a la actual en la que las niñas (y todas las mujeres) puedan desarrollar libremente todos sus saberes, experiencias y destrezas, además de ser valoradas como personas creadas por Dios para alcanzar una vida plena aquí y ahora.
Sandra Contreras A.
Sandra Contreras Angulo es Directora Ejecutiva de World Vision Perú y se desempeña como Presidencia del Movimiento con la Niñez y Juventud: Capítulo en Perú. Sandra es profesional en enfermería con maestría en salud pública y gestión de servicios de la salud. Además tiene estudios de dirección de personas; desarrollo de liderazgo organizacional; infancia y políticas públicas; así como marketing. En sus más de tres décadas de experiencia profesional, ha liderado organizaciones públicas y privadas, y diversos proyectos de desarrollo social enfocados en la niñez.
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