A diario transito una autopista donde en los últimos 4 años, se hizo “normal” ver familias migrantes venezolanas caminando rumbo al sur, buscando su destino en Perú, Chile o Argentina.  Esta vez no fue la excepción, pero iban en dirección contraria, al norte.  Los jóvenes padres de 3 niñas de 6, 4 años y 8 meses, iban también acompañados de su fiel mascota. Con apenas una mochila, una carpa y colchón inflable caminaban en búsqueda de agua y alimentos. 

Tenía que   llegar a una cita muy temprano en la mañana pero sabía que debía parar al ver a las niñas e imaginar  que tendrían hambre.   Habían dormido en el camino, no tenían alimentos, pero su meta era llegar a Estados Unidos, lugar donde “les darían una vida digna a sus 3 hijas”.  Les pregunté si se irían por la selva del Darién y el padre me respondió “Si, esa es la ruta de nosotros, los que no tenemos nada”.  

Desde que vi a la familia, supe que ese sería otro de los momentos en los cuáles Dios me mostraría su gracias a través de las personas migrantes y esta vez lo hizo por medio de Susan, la hija mayor que con tan solo 6 años ya era una “caminante” que estaba atravesando varios países.  Fuimos con Susan y su familia a comer y me preguntó, “¿realmente puedo escoger lo que quiera?”. Estábamos en un espacio de diferentes restaurantes y tiendas de alimentos y le respondí,” claro Susan, lo que quieras” y ella con una mirada tan tierna y sonriente me dijo “Yo sólo quiero una torta de chocolate”

No pude dejar de imaginar a Susan y sus pequeñas hermanas atravesando una jungla tan peligrosa como el Darién, donde estarían expuestas a todo tipo de peligros, violencia como el tráfico de menores y abuso sexual e inclusive la muerte. Al igual que Susan, cientos de niñas en movilidad humana atraviesan diariamente nuestros países latinoamericanos en búsqueda de una vida mejor y con más oportunidades. No es un juego sino una lacerante y dolorosa realidad.

¿Cómo decirle a Susan que: “todo en su viaje saldría bien y que pronto estaría su familia completa, inclusive su fiel mascota en su lugar de destino”?  O que: “¿el Darién – una jungla considerada como de las más peligrosas del mundo – era apenas un tramo más en medio de una jungla de discriminación, extorsión, xenofobia, violencia y falta de derechos en su ruta por sur, centro y norteamérica?

Imaginé entonces a Susan recibiendo en cada parada y punto de su viaje “una torta de chocolate”, preparada cuidadosamente para las niñas en movilidad humana y que les permita llegar hasta su destino. Una torta rica en nutrientes e ingredientes de solidaridad, amor, compromiso, dignidad, buen trato, compasión, derechos. Una torta donde Jesús esté presente y que todos y todas podamos construirla al: 

  • Encontrarse con iglesias y organizaciones cristianas movilizadas a favor de la niñez migrante.
  • Siendo atendida por organizaciones humanitarias que no la vean como un número más, sino como un ser humano digno que más allá de las estadísticas de atención, merece cuidado, buen trato y protección.
  • Héroes anónimos que desde su fe y a pesar de no tener recursos, los acompañen y atiendan en el camino. 
  • Sociedad civil sensibilizada que no acepte la discriminación, el odio, la corrupción y la estafa para las personas en movilidad humana.
  • Iglesias, organizaciones de niñez y de derechos humanos que los protejan y se movilicen en su defensa.
  • Gobiernos que impulsen políticas públicas, normas y procedimientos que garanticen su tránsito y derechos.
  • Países de recepción y destino donde sean acogidas, bienvenidas y tengan acceso a todos sus derechos.

Este 11 de octubre, se celebran 10 años desde que Naciones Unidas creó el Día Internacional de la niña en la búsqueda de que gobiernos y sociedad civil escuchen a las niñas, trabajen y mejoren sus oportunidades, sin embargo, la inversión pública de nuestros países latinos hacia la niñez sigue siendo limitada, con dificultades y desafíos, mucho más hacia las niñas en movilidad humana.

Al igual que Susan, miles de niñas migrantes tienen problemas para acceder al estatus legal, la educación, protección, bienestar e inclusión en los países de destino. Qué este día, nos recuerde nuestro rol profético como iglesia y que podamos hablar, accionar, defender, influenciar para que  se garanticen los derechos de las niñas en movilidad humana, recordándonos que deben ser tratadas como si fueran nacidas entre nosotros (Levítico 19: 33 y 34).

Loida Carriel Espinoza es ecuatoriana. Comunicadora Social especializada en desarrollo, derechos humanos e incidencia política con más de 20 años de experiencia en la defensa, protección e incidencia política a favor de los niños, niñas, adolescentes y mujeres víctimas de violencia sexual e intrafamiliar en varios países del continente. Asesora Regional de Incidencia Política para Tearfund en América Latina y Caribe y representa a su institución en el Movimiento Mundial por la Infancia. Fundadora de la “Campaña Como nacido entre nosotros”. Y actual Presidenta del Consejo Directivo del Movimiento con la Niñez y Juventud en ALC.