Mejor traten con justicia a los demás y sean justos como yo. ¡Que abunden sus buenas acciones como abundan las aguas de un río caudaloso!. (Amós 5:24 TLA).
BIBLIA Y LOS DERECHOS HUMANOS
Hablar sobre derechos humanos puede ser para algunos un término relativamente nuevo o desconocido y para otros un tanto polémico, complejo y hasta quizá para muchos la defensa acérrima de terroristas (Perú), guerrilleros (Colombia) y delincuentes (Ecuador), por citar solo 3 ejemplos.
Se ha ensayado múltiples definiciones a lo largo del tiempo, unas más complicadas que otras. Sin embargo a continuación intentaré proponer una sencilla: “Todos los derechos inherentes que nos asisten a las personas por el simple hecho de ser humanos”.
Su origen y lenguaje surge de la edad moderna, como consecuencia de un hecho histórico: la segunda guerra mundial. La cual mostró sus horrores y desgracias. En ese sentido, el 10 de diciembre de 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas, proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, mediante el acuerdo de un conjunto de países que redactaron, consensuaron y suscribieron un documento con principios que aseguraran a todos los hombres y mujeres el disfrute de sus derechos y una convivencia pacífica alejada de signos de violencia, desigualdad y discriminación entre seres humanos.
Intentar hallar de manera literal la palabra derechos humanos en la Biblia resulta vano e infructuoso pues los hechos que en ella se registran se desarrollaron con una marcada anticipación de tiempo. No obstante podemos visibilizar y descifrar otra palabra con su misma esencia y connotación: JUSTICIA. Estudiosos bíblicos dicen que esta palabra aparece más de mil veces a lo largo de toda la Escritura. Justicia como uno de los principales atributos de Dios, quien se preocupa constante y permanentemente por hacer justicia y derecho a los que padecen violencia (Salmos 103:5) y de brindar protección a los grupos vulnerables como son las viudas y los huérfanos (Salmos 68:5,6); entre otros prototipos.
La naturaleza divina de practicar la justicia es delegada a los jueces, sacerdotes, reyes y profetas de antaño a fin de mostrar la voluntad y el carácter de Dios a favor de los más desvalidos, marginados y menesterosos. Por ejemplo: El Código de la Alianza.– A favor de los más débiles (éxodo 22:20-21). Recta administración de la justicia (éxodo 23:1-39). Legislación sobre el préstamo (éxodo 22:24-25). Código Deuteronomio.- Defensa de los más pobres (Deuteronomio 24:19-21). Nueva ley sobre el salario (Deuteronomio 24-14). En resumidas cuentas lo que denuncian los profetas es la injusticia asociada al culto religioso “fervoroso de Dios”, la traición al pobre por parte de las autoridades, la legalización de la injusticia, la administración de la justicia es lo que peor funciona, la corrupción y el soborno, el perjurio, el legalismo, la manipulación de la ley, la supresión de derecho (Isaías 10:1-4). Asimismo el comercio y la esclavitud, el afán desmedido de lucro a costa de los pobres, el lujo y la riqueza (Isaías 3:18-21; Jeremías 5:25; Amós 3:10).
Pongamos como ejemplo a Amós, el último de los profetas mencionados. Él fue un humilde pastor de ovejas, nacido en una pequeña aldea de Tecoa a 18 kilómetros al sur de Jerusalén. Como hombre de campo conocía muy bien la realidad social, política, económica, cultural y religiosa de su pueblo. En esas circunstancias recibe el llamado de Dios para ejercer el ministerio de profeta, consistente en denunciar el abuso del poder, la opresión, esclavitud y otras clases de injusticias practicadas por gobernantes de naciones vecinas en contra de pueblos en estado de indefensión.
Sin embargo su llamado de atención, exhortación y demanda profética no solo tendrá una connotación de política exterior sobre las naciones extranjeras, sino también será dirigida bajo una mirada introspectiva contra el pueblo de Israel, bajo el reinado Jeroboam II en ese entonces.
Es decir denunciará la corrupción del liderazgo nacional quienes a pesar de vivir en una prospera situación económica y en un aparente contexto de paz, deshonran el poder político que ostentan para dar paso a una maquinaria de explotación, discriminación, violencia, corrupción, prácticas inmorales y actos de injusticia contra los más débiles de la población. Por ello el profeta emitirá un juicio divino invocando al liderazgo un cambio de dirección el cual les permitiría retornar a la senda establecida en los preceptos bíblicos: Mejor traten con justicia a los demás y sean justos como yo. ¡Que abunden sus buenas acciones como abundan las aguas de un río caudaloso!. (Amós 5:24 TLA).
En el Nuevo Testamento, vemos a Jesucristo dando su primer discurso público y anunciando que su ministerio estaría enfocado a promover la vida, restaurar y dignificar a quienes eran vulnerados en sus derechos: “El Espíritu del Señor está en mí, porque me eligió y me envió para dar buenas noticias a los pobres, para anunciar libertad a los prisioneros, para devolverles la vista a los ciegos, para rescatar a los que son maltratados y para anunciar a todos que: ¡Este es el tiempo que Dios eligió para darnos salvación!”. (Lucas 4:18,19). Jesús reivindicó el derecho de los niños, mujeres y extranjeros, sació la necesidad de los hambrientos, sedientos y sanó a los enfermos de sus dolencias. ¡Jesús tocó a los intocables de su época!.
Sin temor a equivocarnos, los principios y valores del cristianismo influyeron en la redacción de los 30 artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En esta declaración, se habla de derechos civiles, culturales, económicos, políticos, sociales que son vitales para el bienestar de todas las personas. Lamentablemente nos hemos acostumbrado a hablar solo de derechos humanos cuando se producen detenciones arbitrarias, o se tortura a un inocente o cuando nos relatan sobre muertes y desapariciones extrajudiciales. La indivisibilidad de los derechos, es que todos los derechos humanos son derechos humanos. Los referidos a la libertad, seguridad, integridad física y participación en la vida pública, así como los derechos que se encuentran dirigidos a establecer condiciones de vida, trabajo y acceso a bienes materiales y culturalmente en términos adecuados a la dignidad de las personas. Hoy también se habla de los derechos de “tercera generación” conocidos como derechos de los pueblos y que hacen referencia al medio ambiente, al desarrollo independiente de los pueblos, a la paz, a la autodeterminación y al respeto de la diversidad étnico-cultural.
La demanda bíblica para los cristian@s es que se constituyan en los principales promotor@s de los derechos humanos, levantando su voz profética en favor de los más débiles, y llamando al arrepentimiento al opresor del pobre y necesitado, aquel que está en el poder de manera injusta.
José Vinces Director de Paz y Esperanza – Ecuador.
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