Por Harold Segura
Movimiento Juntos con la Niñez y la Juventud, San José, marzo 11 de 2015
Me corresponde en los minutos siguientes presentarles la respuesta de las iglesias evangélicas ante la realidad de la niñez. Esta una respuesta que tiene en cuenta la presentación que acabamos de escuchar de la Dra. Ana Teresa León, Presidenta Ejecutiva del Patronato Nacional de la Infancia, PANI. Estamos muy agradecidos con ella y con su equipo de trabajo por su presencia y por el apoyo brindado a este foro.
El tema de la convocatoria para este evento es: Niñez y juventud, corazón de la Misión. Es un tema que representa el deseo de muchas iglesias. Y aclaro, he dicho deseo, porque la verdad es que hasta ahora el corazón de la Misión no han sido las niñas, niños, adolescentes y jóvenes, sino, como todos lo sabemos, las personas adultas. Y no es que en nuestras iglesias no haya habido niñas y niños. Ellos y ellas siempre han estado en las iglesias.
Las niñas y los niños siempre han estado presentes en las iglesias costarricenses, desde su primera capilla protestante en 1865, al lado norte de la Avenida cuatro entre calles tres y cinco.1 De eso hay constancia histórica.
En Costa Rica o fuera de ella ha sido igual. Por ejemplo, en las historias de los anabautistas del siglo XVI, hay registros históricos que demuestran la presencia de los niños y las niñas en las iglesias que padecían la recia persecución. Para muestra un botón: en el año 1558, en Aaechen, Alemania, sucedieron historias de persecución que narran así los historiadores. «En Aaechen, enero 9 de 1558, la policía irrumpió a la fuerza en una pequeña congregación compuesta por doce personas y se llevó incluso a un bebé de su cuna». Suceso que consta en placas elaboradas hace más de 300 años y que hoy se pueden ver en un libro titulado Historias de inspiración y coraje. Espejo de los mártires.2
Pero, siendo sinceros, ni los niños ni las niñas han sido el corazón de la Misión. Las preocupaciones ministeriales y misioneras de nuestras iglesias han tenido como objetivo principal a las personas adultas. Han sido iglesias organizadas por adultos, fundadas para brindar acompañamiento espiritual a los adultos, pensadas por ellos y gobernadas por ellos. Para ser claros, es que también el mundo en sus diferentes expresiones de vida se organizaba así. Por ejemplo, la Convención sobre los Derechos del Niño se aprobó el 20 de noviembre de 1989. Acabamos de celebrar hace unas semanas sus primeros 25 años. Es joven, aún.
Pero hoy, estamos aquí aceptando nuevos desafíos y reconociendo oportunidades para ser lo que debemos ser: comunidades de fe que den testimonio del amor de Dios en medio de su sociedad y, sobre todo, entre los sectores más vulnerables como son las niñas, niños, adolescentes y jóvenes.
Pensando en esto, permítanme hacer la siguiente afirmación como respuesta de la Iglesia a la situación de la niñez en Costa Rica:
La situación de la niñez debe ser un compromiso prioritario de nuestra Misión porque el Señor nos ha enviado a ser promotores de una sociedad digna, que asegure la justicia social y promueva la vida en plenitud para todos (Juan 10:10). Y sabemos que una sociedad así no será posible si no le concedemos a la niñez y a su desarrollo integral la prioridad que tiene.
Esta afirmación implica para la Iglesia: primero, reconocer el lugar de la niñez en la búsqueda de una mejor sociedad y, segundo aceptar la dimensión holística de la Misión cristiana.
1)El lugar de la niñez como vértice social de las transformaciones:
a)En el Plan de Acción de la Cumbre Mundial a favor de la Infancia, se dijo hace algunos años que «No hay causa que merezca más alta prioridad que la protección y el desarrollo del niño, de quien dependen la supervivencia, la estabilidad y el progreso de todas las naciones y, de hecho, de la civilización humana».
b)La relación entre niñez y desarrollo social es muy estrecha: no podemos aspirar al desarrollo humano y social, si desconocemos la prioridad de la niñez.
c)Por otra parte, de todos es conocido el creciente fenómeno de lo que hoy se llama la infantilización de la pobreza, es decir, que en nuestros países la mayoría de los pobres son niños y niñas y la mayoría de las niñas y niños son pobres.
d)En uno de los informes publicados por UNICEF sobre el estado mundial de la infancia, se dice lo siguiente:
«Los niños y las niñas experimentan la pobreza como un entorno que perjudica su desarrollo mental, físico, emocional y espiritual. Por tanto es especialmente importante ampliar la definición de pobreza infantil más allá de conceptos tradicionales como bajos ingresos de las familias o bajos niveles de consumo. Sin embargo, pocas veces se establece la diferencia entre la pobreza infantil y la pobreza en general y raramente se reconocen sus dimensiones.
Los niños y las niñas experimentan la pobreza con sus manos, mentes y corazones. La pobreza material –por ejemplo, comenzar el día sin un alimento nutritivo o verse obligado a realizar trabajos peligrosos– dificulta la capacidad cognoscitiva y el crecimiento físico. Vivir en un entorno que ofrece pocos estímulos o un deficiente apoyo emocional a los niños y niñas, por otra parte,
puede eliminar gran parte de los efectos positivos que se derivan de crecer en un hogar acomodado desde el punto de vista material, como otros pequeños. Al discriminar contra su participación en la sociedad y menoscabar su potencial, la pobreza no solamente provoca el sufrimiento entre los niños y las niñas, sino que también les resta poder». 3
e)Lo que hemos dicho hasta aquí tiene una clara implicación misionera: desconocer a la niñez como prioridad de nuestra acción social es desconocer el vértice social de las transformaciones a las que aspira el Reino de Dios aquí y ahora. Por eso, permítanme pasar a un aspecto teológico (misionológico).
2)El lugar de la Iglesia como agente misionero transformador:
a)La Misión holística en clave trinitaria:
i)Dios el Padre nos ha confiado la defensa y la promoción de la dignidad humana. Él es el Creador y, como tal, procura el bienestar de sus criaturas. Nosotros, su pueblo, somos agente de misión en la medida que deseamos el mundo que él desea.
ii)Dios el Hijo nos enseñó por medio de su vida de qué manera se cumple la voluntad del Padre:
(1)Incluyendo a los marginados: mujeres, extranjeros, enfermos, pecadores y otros.
(2)Aceptando a los excluidos: la mujer adúltera a quién todos pedían que se le apedreara (Juan 7:10-11).
(3)Protegiendo a los vulnerados. Lucas 18:16: «Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque el reino de Dios es para los que son como ellos».
(4)Defendiendo a las víctimas.
(5)Amando a todas las personas por igual.
iii)Dios el Espíritu ha prometido acompañarnos cada día, con su aliento, su gracia y su poder para que el cumplimiento de nuestra Misión no dependa de nuestra flaqueza humana, sino descanse en el poder divino. El Espíritu es fuerza de Misión.
b)En el caso de la niñez, esa Misión tiene diferentes componentes:
i)La Iglesia pedagoga: la Iglesia es una comunidad formadora, no solo de la fe, sino de la vida. Su especialidad debería ser enseñar a vivir de tal manera que esa vida se realice en el servicio, la entrega y la solidaridad.
Habíamos mencionado antes que la relación entre niñez y desarrollo social es muy estrecha y que no podemos aspirar al desarrollo humano y social si desconocemos la prioridad de la niñez. Y, ahora añadamos que no podemos decir que esa prioridad está siendo considerada si no atendemos la formación integral de la niñez; es decir, también su formación humana integral, su capacidad de resiliencia, su actitud para afrontar los desafíos de la vida, su actuación ética, su lucidez moral y su fe expresada en humanidad plena. Se supone que esas son las capacidades en las cuáles la Iglesia es experta.
ii)La Iglesia protectora: la Iglesia debe ser por antonomasia un entorno protector de la niñez. Pero hoy esto no concuerda con la realidad: las iglesias no son uno de los espacios más seguros.
(1)Un informe de UNICEF en el 2013, decía: «Muy a menudo, los niños están inseguros en lugares donde solo deberían encontrar seguridad, como sus hogares, sus escuelas y sus vecindarios; en línea y en instituciones que deberían protegerlos. Esto no se puede seguir tolerando».
(2)Al hablar de entornos seguros nos referimos a la posible infiltración por parte de personas inescrupulosas, de abusadores sexuales, traficantes de niños, niñas y adolescentes y otros casos.
(3)Por eso: «…las Iglesias y Organizaciones de Fe están llamadas a asegurar la dignidad y respeto a los niños, niñas y adolescentes como personas creadas a imagen y semejanza de Dios; a ser consecuentes con la protección del prójimo en situación de vulnerabilidad como valor que transmite la Biblia; y a seguir el ejemplo de Jesús como protector de los niños y niñas».4
(4)Se incluye en esta dimensión una nueva propuesta de educación positiva que reemplace el golpe, el grito y el insulto por el amor firme y tierno que eduque para la vida sin dejar golpes en el cuerpo.
iii)La Iglesia evangelizadora: la Iglesia es anunciadora de buenas noticias. Y, teniendo en cuenta el cuadro de realidades que nos ha presentado la Dra. Ana Teresa, surge la pregunta misionera: ¿cuáles son las buenas noticias que esperan las niñas, niños, adolescentes y jóvenes de Costa Rica? En este sentido es que Jesús entiende su misión evangelizadora en Lucas 4, cuando presenta su proyecto ministerial en la modesta sinagoga judía de su natal Nazaret.
iv)La Iglesia profética: quizá este sea el más urgente y el que más necesitamos aprender. Me refiero al ministerio de la incidencia en políticas públicas; es decir, a la urgencia de que las iglesias levanten su voz, reclamen, protesten, presionen y luchen con la niñez a favor de sus derechos y en defensa de su dignidad, protección, participación, inclusión y bienestar integral.
A manera de conclusión:
Hice una afirmación como respuesta de la Iglesia a la situación de la niñez en Costa Rica. Dije, en resumen, que la situación de la niñez debe ser un compromiso prioritario de nuestra Misión porque el Señor nos ha enviado a ser promotores de una sociedad digna, que asegure la justicia social y promueva la vida en plenitud para todos (Juan 10:10). Y sabemos que una sociedad así no será posible si no le concedemos a la niñez y a su desarrollo integral la prioridad que tiene. Dije también que esa afirmación implica para la Iglesia: primero, reconocer el lugar de la niñez en la búsqueda de una mejor sociedad y, segundo aceptar la dimensión holística de la Misión cristiana.
De acuerdo con la Dra. León, las prioridades que debemos contemplar son seis: el apoyo y acompañamiento a las familias; la divulgación de derechos y responsabilidades; la promoción de la integración familiar; el apoyo a las personas menores de edad en riesgo; proyectos educativos y preventivos y la defensa de la infancia y su papel.
Vista así, la realidad de la niñez es un campo de misión y, como tal, oportunidad de lujo para que la Iglesia crezca en trabajo solidario asumiendo las realidades sociales como parte de su responsabilidad misionera. El servicio que la Iglesia le preste a la niñez redundará en un favor que la niñez le brinde a la misma Iglesia: el favor de sacarla de su oscuro rincón, de su insensibilidad social para que descubra la luz brillante y alegre del servicio a la sociedad, para que, entre todos soñemos con que otro mundo es posible. ¡La niñez es el corazón de la Misión!
1 Wilton Nelson, Historia del protestantismo en Costa Rica, INDEF, Costa Rica, 1983.
2 John S. Oyer y Robert S. Kreider, Historias de inspiración y coraje. Espejo de los mártires, Clara-Semilla, Bogotá-Guatemala, 1997.
3 UNICEF, en: http://www.unicef.org/spanish/sowc05/povertyissue.html
4 World Vision, Iglesias y organizaciones de fe, seguras para la niñez y adolescencia. Una política para mantener a los niños, niñas y adolescentes protegidos, World Vision-LACRO: San José, 2014.
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