Cuando Proverbios habla de la disciplina [Mûsar] tiene en mente la orientación positiva que se le debe brindar a los hijos y a las hijas para que desarrollen la sabiduría (29:15), gocen de tranquilidad (29:17), vivan con satisfacción (29:17) y sean fieles a la ley de Dios (29:18) en procura de una vida plena (10:17). Y dentro de ese juego de posibilidades formativas se sugiere también el uso de la vara tal como se acostumbraba en el marco cultural de aquella época [1]. En este marco, el uso de la vara se sugería para los casos de contumacia, necedad, insensatez y abierta rebeldía. Por medio de la vara se buscaba librar del mal al muchacho que era indócil, glotón e indolente (23:19-25).
Tenemos, entonces, que la enseñanza central de Proverbios no es la vara, sino la formación de personas sabias. Esta formación se promueve por medio de la disciplina positiva, pero para los casos extremos o más difíciles se recomienda el uso de la vara, y esta implica el castigo corporal [2].
Cabe preguntar, ahora, si esta última recomendación tiene carácter prescriptivo y es una norma inalterable para los fieles creyentes de todas las épocas y de los hijos y de las hijas en todos los casos. La pregunta es válida, sobre todo si se tiene en cuenta que en muchos casos los textos sagrados (no sólo el judeo-cristiano, sino también el de las demás religiones) han servido para legitimar prácticas de agresión, discriminación y violencia.
Que un texto del Antiguo Testamento enseñe algo no es suficiente para que se convierta en regla del comportamiento cristiano. Esto es claro y aceptado aún por los exégetas amantes de las interpretaciones literales. Por ejemplo, Deuteronomio 21:18-21 dice al respecto del mismo tema de la disciplina de los hijos:
«Si alguien tiene un hijo contumaz y rebelde, que no obedece a la voz de su padre ni a la voz de su madre, y que ni aun castigándolo los obedece, su padre y su madre lo tomarán y lo llevarán ante los ancianos de su ciudad, a la puerta del lugar donde viva, y dirán a los ancianos de la ciudad: “Este hijo nuestro es contumaz y rebelde, no obedece a nuestra voz; es glotón y borracho”. Entonces todos los hombres de su ciudad lo apedrearán, y morirá. Así extirparás el mal de en medio de ti, y cuando todo Israel lo sepa, temerá»
El escritor sagrado se refiere a la lapidación de los hijos rebeldes como medida para «extirpar el mal» y sentar precedentes ejemplarizantes entre el pueblo. ¿Pero quién a fin de ser obediente a la Biblia acata hoy esta enseñanza? Ni ésta ni muchas otras que rosan los borden de la insensibilidad y la intolerancia. Por cierto, «ni la Biblia ni los rabinos dan testimonio de que esta ley se haya ejecutado alguna vez» [3]. En estos casos, todos los cristianos y cristianas por igual apelamos con elemental juicio a las enseñanzas pacificadoras, misericordiosas y amorosas del evangelio de Jesús (Mateo 5:38-48). Sobran argumentos para explicar que estos textos responden a una intención y están situados en una época y una cultura que no son las nuestras. Así sucede con decenas de otras referencias bíblicas a las que solemos contestar con las enseñanzas de Jesús y del Nuevo Testamento: «Ustedes han oído que se dijo… pero yo les digo» (Mateo 5:38-39). Un «pero» que en estos casos explica la superioridad ética de Jesús y exalta el imperativo de su amor compasivo y clemente.
La vida y las enseñanzas de Jesús son la clave de lectura (clave hermenéutica) para aquellos textos bíblicos que sugieren el uso de la violencia como medio para vencer a los enemigos, imponer las enseñanzas de la ley divina o educar a los hijos e hijas. Por respeto al texto sagrado se debería hacer el esfuerzo de interpretarlo a la luz de los propósitos de Dios revelados en la persona pacificadora y amorosa de Jesús de Nazareth. Las lecturas literales, por lo general, afirman lo que dice la letra pero sin descifrar el sentido. Razón tiene el apóstol al decir que somos ministros de un nuevo pacto, que no es «el de la letra, sino el del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida» (2 Corintios 3:6). Y el espíritu de las enseñanzas de Jesús es la no- violencia, la misericordia, la paz y la justicia.
En el caso particular de la interpretación del libro de Proverbios, se recomienda distinguir aquello que expresa verdades absolutas de las verdades relativas. «No todos los proverbios tienen un alcance universal… hemos de saber discernir lo que es confirmación de la Palabra de Dios y lo que es apreciación humana derivada de una experiencia, la cual puede ser muy amplia, pero no comunica un mensaje infalible» [4]. La recta interpretación de esos textos enseña que se deben evitar las generalizaciones erróneas, como por ejemplo pensar que siempre que alguien está en paz con Dios siempre está en paz con sus enemigos (Proverbios 16:7). También se deben evitar las aplicaciones eternas, como por ejemplo creer que siempre que haya un hijo que se burle de su padre se le debe desear la muerte (Proverbios 30:17).
Por otra parte, antes de considerar el castigo corporal como una «práctica disciplinaria» basada en los pocos versículos de Proverbios donde se sugiere su aplicación, se debería tener en cuenta la amplia instrucción bíblica que propone otros medios de disciplina positiva y asertiva, mucha de ella expuesta en el mismo libro de Proverbios, como por ejemplo: ofrecer modelos consistentes de conducta; enseñar con respeto; dar instrucciones precisas y fáciles de comprender; prestar atención tanto a las conductas como a las motivaciones, es decir, tanto a lo que hizo como al por qué lo hizo; invertir tiempo y atención de calidad y saber que el objetivo de la disciplina no es tener los hijos o hijas bajo control, sino proporcionarles habilidades para que tomen decisiones sabias, se autocontrolen y sean responsables de su propio comportamiento (Proverbios 22:6). A estas enseñanzas se suman decenas más que se encuentran tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento; formas creativas que nos enseñan cómo combinar la firmeza con la dignidad, el respeto con el cariño.
La disciplina y la corrección son necesarias, ¡cómo no!, pero esto no equivale a decir que ella debe ser punitiva, humillante o agresora. El castigo corporal sólo funciona en el sentido de que detiene la conducta problemática en el momento (en algunos casos es de efecto inmediato), pero no resuelve esa conducta a largo plazo. Por el contrario, genera resistencia, deseos de revancha, rebeldía y posibles retraimientos; estas entre otras consecuencias negativas señaladas por los médicos, educadores y psicólogos.
El modelo educativo de Dios-Padre es, por excelencia, la misericordia y la paciencia; Él es «…Dios clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad» (Éxodo 34:6). El ejemplo formativo de Dios-Hijo es la instrucción por medio del ejemplo de su propia vida y por su presencia amistosa y correctiva: «Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes» (Juan 13:15). El paradigma pedagógico de Dios-Espíritu es la confianza, el consejo y el consuelo:
«El Espíritu del Señor reposará sobre él: espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del Señor» (Isaías 11:2).
El Dios trino es educador por excelencia, formador de vidas y moldeador de conciencias; a su amor no le falta firmeza, ni a su ternura carácter; él, que es Señor de la vida, ¿no podría ser nuestro modelo de educador? Creo que sí. Es asunto de escoger entre el Dios misericordioso y clemente que nos invita a formar con amor, en lugar de insistir en el rostro adusto del Dios castigador que impone sus normas con su vara de ira. Es asunto de optar por el Dios que nos reveló Jesús: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 14:9). Es asunto de seguir a Jesús e imitar sus pasos viviendo conforme a los valores del Reino: justicia, paz y alegría (Romanos 14: 17).
[1] Proverbios es una colección de colecciones de sentencias, comparaciones, proverbios y alegorías que alcanzó su forma actual hacia finales del siglo V a.C. Cf. J. Terence Forestell, en Comentario bíblico San Jerónimo, Tomo II, Ediciones Cristiandad, Madrid, 1971, p. 410. [2] Al respecto, dice Edesio Sánchez C. : «Proverbios reconoce la posibilidad de castigo mortal para el hijo malvado… (Pr.30:17). Proverbios también ofrece sentencias y advertencias para los padres (Pr. 19:18;22:6) y describe al padre insensato (Pr 13:24;29:15)», en Deuteronomio, Comentario Bíblico Iberoamericano, Ediciones Kairos, Buenos Aires, p. 345. [3] Edesio Sánchez C., Op. Cit., p. 344. [4] José M. Martínez, Hermenéutica bíblica, Editorial Clie, Terrasa, 1984, p. 346.
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